— Papa. ¿Podemos hablar? — preguntó Alfredo,
cambiándose de su silla de ruedas al sofá,
sentándose al lado de su padre.
— Si claro; ¿Qué es lo que te preocupa? —
pregunto su padre, dejando en la mesa el libro
que estaba leyendo.
— Ya sabes que me han cogido como monitor
en el club; para el campamento de este verano.
Pero hay una cosa que no me deja de dar
vueltas en la cabeza y es eso...— señalando su
silla de ruedas — Tengo miedo; de que eso me
haga retrasar a todo el mundo para adaptarlo a
mi ritmo, para no quedarme yo atrás.
Su padre se lo quedo mirando muy serio y le dijo
con tono muy serio y remarcando mucho sus
palabras:
— Alfredo. Desde que eres pequeño no ha
habido nada; que te haya parado a la hora de
hacer algo con el club. Y ahora que ya eres más
mayor, más de lo mismo y con más razón, han
puesto mucha confianza en tí, y por eso te han
invitado a ser monitor en este campamento. Y tú
tienes que responder dando el cien por cien de
tí. Cómo llevas dando durante todo el curso en
todo. Y lo de la silla, tienes que dejar de usar de
parapeto para todo aquello que te da miedo o
piensas que no vas a poder. Ah, eso sí; te
tendrás que adelantar a todos los movimientos
de los demás para que eso que te da miedo no
se de.
Un par de días después; Alfredo se marchó
como monitor una semana. Desde el primer
momento; siguió el consejo que su padre le
había dado y dio el cien por cien. E hizo sin
miedo todo aunque siempre; sin perder de vista
que va en silla de ruedas.
Pero en vez de acongojarse por la silla. Decidió
poner el corazón y todo su cariño en todo y en
todas las cosas del campamento. Y se dió
cuenta de que podía hacer mucho más de lo que
él se pensaba que podía hacer.